Editorial: Una historia personal que nos involucra

Editorial / 30 diciembre, 2020 / Gerardo Mantero

Hace 21 años que soy editor de la revista de Socio Espectacular. En este tiempo hemos pasado por distintas etapas enmarcadas por los contextos socioculturales que fueron determinando la trayectoria de la publicación. Momentos de esplendor en los que teníamos un tiraje de 15.000 ejemplares —una cifra envidiable para nuestro escenario editorial—, unas 100 páginas a través de las cuales se perseguía el objetivo de conciliar la función de ser una guía de información para los asociados con la densidad de contenidos acordes a la importancia de los teatros creadores del proyecto. A fines de la década del noventa, se decidió redoblar la apuesta y se editaba la separata cultural conjuntamente con la revista: un espacio de reflexión y de difusión que reunió a colaboradores de la talla de Coriún Aharonián, Alicia Migdal, Roger Mirza, Manuel Martínez Carril, Fernando Cabrera, Oscar Brando, entre otros; secuencia que se vio interrumpida por las crisis económica y social del 2001. Esta nos obligó a cambiar de formatos e imprimir en rotativa de diario para reducir el costo de imprenta, pero no nos inhibió de continuar en la misma senda, cuando mes a mes convocábamos a prestigiosos intelectuales (José Pedro Barrán, Carlos Maggi, Fernando Andacht, Gonzalo Carámbula, Gerardo Caetano, y tantos otros) que aportaban pensamiento y espíritu crítico analizando la historia y el presente de las políticas culturales. Dos años de entrevistas centrales que realizamos en dupla con Luis Vidal Giorgi y que motivó la recopilación del material en formato libro, editado por Estuario y titulado Diálogos sobre políticas culturales en el primer gobierno de izquierda.

Y este trabajo fue posible por el compromiso histórico que han tenidos los teatros que asumieron incorporar una pequeña estructura editorial para reafirmar los principios que guiaron al teatro independiente en comunión con su público; proceso que no estuvo exento de dificultades —producto de los vaivenes económicos, de los cambios en los comportamiento del consumo cultural y del desafío que nos planteaba la era tecnológica—.
Sin dudas, este inolvidable año que estamos terminando nos planteó el mayor desafío para cumplir con nuestra tarea, la inesperada pandemia obligó a la suspensión de los espectáculos públicos y sumió al universo en las consecuencias de una crisis que involucra a todos los estamentos sociales e individuales existentes.
Desde el 13 de marzo, cuando se declara la pandemia, todos los trabajadores del teatro pasamos al seguro de paro, el panorama era y es incierto; esto nos obligó a comunicarnos a distancia, la era de Zoom se impuso sin discusión, la envergadura del problema obligaba a hacer una lúcida lectura de la realidad para poder actuar en consecuencia. Este esfuerzo enorme liderado por las autoridades de El Galpón comenzó con la convocatoria a la ciencia, y fue entonces el Instituto Pasteur el que asesoró en la realización de un protocolo para viabilizar la reanudación de las funciones, teniendo en cuenta las restricciones impuestas por las autoridades del MSP y la creciente incidencia de los científicos. Las 800 localidades de la Sala Campodónico le daban al teatro una ventaja casi única en el medio para determinar aforos reducidos y en consonancia con las medidas sanitarias. Fiel a su tradición, el teatro puso a disposición del resto del colectivo teatral la posibilidad de armar una cartelera con funciones todos los días, grilla que también incluía a los músicos —es así que todos los lunes Mauricio Ubal convocó a sus colegas—. Pero faltaba algo para los que no querían o no podían exponerse al riesgo de la presencialidad, y entonces se creó en tiempo récord una plataforma de streaming que nos ofrece la posibilidad de permanecer conectados al circuito cultural desde el hogar. La vara se puso alta y la filmación debía tener la ductilidad y eficacia para minimizar el carácter irremplazable que supone la presencialidad; para ello se llamó al cineasta Guillermo Casanova, se consiguió el equipamiento necesario y se creó un grupo para gestionar la nueva herramienta. Paralelamente, los gremios teatrales SUA y FUTI realizaron infructuosas gestiones ante las autoridades del MEC para que tuviera andamiento la Ley de Teatro independiente que había sido votada el año anterior en ambas cámaras legislativas por todos los partidos políticos. Y mientras se seguía esperando la habilitación de los espectáculos públicos con las nuevas normas que exigen las circunstancias por todos conocidas, el riguroso protocolo creado por Teatro El Galpón se puso a consideración de las autoridades del MSP. Finalmente, con la autorización correspondiente se abrió el teatro con una feria de libros y discos, organizada conjuntamente con Banda Oriental y Ayuí/Tacuabé; se trabajó para recrear la consolidada imagen de El Galpón través de la impresión de los afiches históricos del teatro, creados por una generación de gráficos excepcionales que, nucleados en la imprenta As, marcaron una época. Nicolás Loureiro fue de los integrantes de esa camada y también lo fue de El Galpón —varios de los afiches presentados tiene su firma—.

A quien escribe estas líneas se le encomendó el placentero trabajo de convocar a Carlos Palleiro, uno de los más grandes artísticas gráficos que ha dado el país —hace tiempo afincado en México—, para que diseñara los afiches de la reapertura. También se trabajó en el diseño y gestión de un merchandising a partir de la iconografía galponera para ofrecerle al visitante un recuerdo de un momento único; es importante remarcar que esta tarea la realizaron eficientemente las nuevas generaciones de egresados de la escuela de El Galpón. A pesar de las restricciones existentes, ver a la gente poblar las instalaciones del teatro nos recordaba que fue esta asociación la que ha hecho posible la construcción de nuestro entramado cultural. Otro hecho de reafirmación de dicha tradición lo marcó el apoyo de los socios espectaculares y de los nuevos que se sumaron a partir de la creación del socio de El Galpón, aporte imprescindible para paliar la crisis económica existente. Finalmente, comenzaron las funciones sin que cesaran las preocupaciones, hasta que el pasado 13 de diciembre se volvió a prohibir los espectáculos públicos ante el crecimiento exponencial del COVID-19. Se reinició la actividad de la sala de exposiciones Espacio Nicólas Loureiro, luego de su inauguración a fines del 2019 con una muestra homenaje a Octavio Podestá. Por último, se culminó el trabajo de investigación de un año de duración de Carlos María Domínguez sobre la historia de El Galpón en formato libro, cuya presentación se vio truncada por el recrudecimiento de la crisis sanitaria. Esta obra —que, con la agudeza que lo caracteriza, Domínguez tituló Dura, fuerte y alocada— es un importante documento que oficia como un nexo histórico que explica la continuidad de la institución —tantas veces enfrentada a adversidades que pautaron su trayectoria—. Desde la contratapa del libro, el autor sintetiza el contenido de la edición de Banda Oriental de esta manera: “El esfuerzo colectivo por fundar y sostener el teatro independiente, levantar de la nada cuatro salas de espectáculos, resistir la cárcel, el exilio, la censura y sucesivas crisis económicas templó una de las más originales aventuras del teatro independiente”.

Desde las páginas de la revista se informó y se intentó explicar la complejidad de este proceso entrevistando a referentes de los distintos sectores de la cultura integrantes del proyecto (María José Santacreu, Alcides Abella, Mauricio Ubal, Álvaro Caso).
Esta situación inédita y universal en las que estamos inmersos nos enfrenta día a día a la fragilidad y vulnerabilidad de la condición humana, en el horizonte —cual acto performático— se dibuja con luces de neón la palabra incertidumbre que lo cubre todo. No sabemos cuál va ser nuestra situación laboral o personal, más allá de la voluntad de continuar con nuestra tarea. Lo que sí tenemos claro es que con mis queridos compañeros de ruta vamos a seguir luchando por mantener la vitalidad de la actividad cultural. Porque desde ese espacio va a emerger la diversidad de registros que nos van a permitir reflexionar sobre el porqué de esta coyuntura y entender cómo debemos reaccionar ante esta dramática situación y luchar por encontrarnos con la emoción y el disfrute del hecho estético que nos conecte con nuestra esencia y nos ayude a descorrer este velo opaco que nos impide la celebración del encuentro.

Gerardo Mantero

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