David Gaitán: “Brecht y Weill lograron algo magistral, mezclaron una aguda crítica social con un dispositivo lúdico, virtuoso y masivo”

Entrevistas / 29 septiembre, 2023 / Luis Vidal Giorgi

ENTREVISTA / David Gaitán

La ópera de dos centavos

Teatro El Galpón y la Comedia Nacional retoman el fértil encuentro creativo entre las coproducciones del elenco oficial y las instituciones de teatro independiente, con un siempre atractivo título que aúna la escritura de Bertolt Brecht (1898-1956) y la música de Kurt Weill (1900-1950). El espectáculo cuenta con la dirección del artista mexicano David Gaitán, a quien entrevistamos.

 

-En tu actividad anterior vemos que has dirigido varios clásicos como Antígona o Un enemigo del pueblo, y también autores contemporáneos como la inglesa Caryl Churchill. A modo de presentación para nuestros espectadores, ¿cuál ha sido tu formación, que puestas tuyas destacarías y cómo se ha dado la vinculación con el medio uruguayo?

-Yo me formé como actor en la Escuela Nacional de Arte Teatral, en México. Después, motivado por el deseo de estar en escena, comencé a escribir y dirigir obras, que, junto con mi compañía de entonces, luego actuábamos. Ahí empecé a descubrir el enorme placer de articular un punto de vista personal sobre el mundo; el teatro, en su hipersofisticación de la comunicación, se me reveló como el gran lugar para decir mis cosas. Busqué espacios para especializarme tanto en dramaturgia como en dirección, aunque nada tan eficaz como la práctica misma, y sin dejar de actuar, llevo toda mi vida profesional alternando entre las tres, además de la docencia.

No me es sencillo destacar alguna puesta en escena por encima de otra; en todas las que he hecho, desde el día uno, he buscado hacer el gran gesto de mi vida y me he abocado al compromiso de intentar decir algo que me parezca importante, que las obras respondan la pregunta: ¿por qué vale la pena que esto exista? Siempre estoy tentado, frente a la invitación a hablar de mis trabajos “favoritos”, a mencionar los más recientes, dado que me aferro a creer que son los que más claramente dan cuenta de quién soy hoy. Mi último montaje se llamó El lugar de la sombra y la brisa, un texto de mi autoría sobre el diálogo viciado entre jóvenes artistas y figuras de poder; antes de eso, dirigí La Orestíada, una ópera de Xenakis. Estoy actuando en una versión que hice de Edipo y a punto de retomar funciones de una adaptación de la novela El salvaje, de Guillermo Arriaga, que hice en Alemania. Entonces, en este momento y sin lugar a dudas, esos son los montajes que destacaría.

Mi vinculación con Uruguay comenzó hace aproximadamente diez años. He tenido la fortuna de cruzarme en festivales con distintos colegas de acá y, además de disfrutar el mutuo trabajo, hemos trabado amistad. Estos días reparaba en que, después de México, Uruguay es el país donde más horas de clase he impartido. He venido al FIDAE con obra, he compartido textos con distintos colegas y, ahora, para toda mi felicidad, estoy haciendo un montaje con equipo enteramente local. Para mí, todo un privilegio.

La ópera de dos centavos no solo tiene el atractivo de la ironía brechtiana sobre la estructura social, además suma la magistral música de Kurt Weill. ¿Cuáles son los aspectos que te parecen vigentes de la obra, tanto en lo formal como en lo conceptual?

-Hace 94 años Brecht y Weill lograron algo magistral: mezclaron una aguda crítica social con un dispositivo lúdico, virtuoso y masivo. Se dice en pocas palabras, pero lograrlo es de altísima complejidad. Me parece que es una de las razones más fuertes por las que esta obra se ha convertido, quizá, en la más emblemática de Brecht.

Después, con respecto a la vigencia, estoy convencido de que es responsabilidad de cada puesta en escena responder esa pregunta sobre el escenario. Ningún texto teatral es vigente en sí mismo, ni Sófocles ni lo que se escribió la semana pasada; el teatro necesita el gran filtro de la tercera dimensión para verificar el exceso de presente al que toda puesta en escena debería aspirar. Claro que los disparadores están en el texto de Brecht, pero es responsabilidad de quienes hacemos la obra lograr que el público active pensamientos que relacionen lo que ven con su realidad.

Creo firmemente que el teatro debe alejarse de la experiencia de los museos; cuando trabajamos con textos clásicos, como ya lo es Brecht, es muy tentador hacerlo con la idea de homenaje detrás. Desde mi perspectiva, eso le quita mucha pólvora al hecho teatral.

-El espectáculo es una versión tuya. ¿Qué elementos de la puesta en escena destacarías para esta nueva lectura de la obra?

-Tengo mucho interés en que la obra active conversación en torno a quiénes son los interlocutores de nuestros reclamos y activismos. ¿A quién nos dirigimos cuando hablamos de capitalismo? ¿Y cuándo lo hacemos sobre conciencia de clase? ¿Y cuándo lo hacemos sobre reciclaje, por poner otro ejemplo? Honrando la anécdota que plantea Brecht y la música de Weill, me importa mucho que la obra interpele a los espectadores que ese día se sienten en la butaca. Que se vayan de la sala, como entiendo que lo pretendía Brecht con todo su teatro, pensando en cosas importantes mientras se las ingenian para bajar el ritmo cardíaco que una experiencia de vértigo dramático y musical les provocó.

-La ópera de dos centavos es una obra que tiene su leyenda en el medio uruguayo, ya que nos disputamos o compartimos con Buenos Aires la instancia de haber sido, en el año 1957, los primeros en traducirla y representarla, como lo fue en ese año en el Teatro El Galpón y, luego, hubo otra versión de Atahualpa del Cioppo. Por otro lado, la Comedia Nacional también realizó su puesta en el año 1998. Ahora se da una bienvenida colaboración de las dos instituciones teatrales. ¿Cómo has llevado ese proceso de trabajo actoral entre los dos elencos?

-Me apasiona mucho la existencia de tótems en el imaginario humano, más aún dentro del contexto cultural. Me han contado mucho sobre esos montajes, y aunque sin duda la sensación de honor crece ante la invitación de hacer uno nuevo, para la obra que ahora estamos haciendo me parece que el antecedente juega más en contra que a favor: todas las personas desarrollamos vínculos hasta afectivos con aquello que idealizamos, cuando llega alguien a tocar esos monumentos, nuestra reacción, como lo es con lo que queremos, es la instintiva defensa. Por otro lado, siempre están las nuevas generaciones con la urgencia de negar los ídolos ajenos y erigir los propios. Me emociona ver qué sucederá con nuestro montaje.

-¿Algún diálogo o parlamento de la obra que destaques como significativo o sugerente?

-Hay varias frases que me gustan:

“Comer primero, luego la moral”.

“¿Quién roba más, banquero o asaltante?”

“El amor es para los ricos”.

“No quiero empatía, quiero dinero”.

“El arte no es para cobardes”.

“Cuando cenes caliente, pensá en mí”.

“Maquillaje de hombre bueno”.

“El lubricante de la ley son los billetes”.

 

Esas son las frases que más recuerdo ahora.

 

 

 

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