Actores

Bruno Contenti

Actores / 3 mayo, 2019 / María Varela

-¿Cómo fue tu acercamiento al teatro y a la dramaturgia?

-Nací en un contexto privilegiado. Mi primer acercamiento al teatro fue a mis 16, en un taller del liceo. A partir de ahí es que empecé a cuestionar qué quería hacer de mi vida. A mis 19 tuve la típica crisis vocacional: arranqué en el Instituto de Actuación de Montevideo (IAM), también en Ciencias de la Comunicación. En la IAM, al lado de María Mendive, me di cuenta de que lo que a mí me apasionaba era la posibilidad de crear experiencias vivenciales, que modifiquen sustancialmente a la persona que las atraviesa (para bien). En el teatro la motivación es contar una historia, y que esa historia se vaya contigo de alguna manera. Mis primeras experiencias dirigiendo teatro independiente fueron a los 19. Ahí conocí a Josefina Trías. Por ese entonces ya no me sentía actor. No quería actuar más, no tenía ganas de ocultarme actuando. En eso, la improvisación teatral, que conocí en la IAM por Bernardo Trias, me dio una respuesta: podía elegir quién quisiera ser. Y era mi propio director, dramaturgo y actor en la vida. Me metí en la EMAD; hacía la carrera de actuación para poder hacer el curso de dirección. Mi felicidad fue fundar un grupito de improvisación teatral, con técnica de soundpainting, que llamamos Hiperdramática Walter Thompson. Éramos doce kamikazes en total. Ese grupo era el camino a hacer mi sueño realidad, pero no me di cuenta, en ese entonces, de que era mucho más grande que el sueño mismo. Me metí en el camino de la dramaturgia, realmente, intentando encontrar el espacio de legitimación que no encontré con la Hiperdramática y la respuesta a una pregunta que nunca me había hecho antes: ¿qué historia quiero contar, yo?

-Actor, director, dramaturgo; de todos los roles que desempeñás en el teatro, ¿en cuál de ellos te sentís más cómodo?

Me cuesta llamar teatro a lo que intento hacer. Diría que muchas veces fui actor, para ser director. Fui director, para ser dramaturgo. Y fui dramaturgo para volver a dirigir. Y de tanto dirigir, estoy teniendo un deseo casi irrefrenable por volver a actuar. Si lo que me preguntás es cómo me veo… me veo así: buen director de actores, actor de medio pelo (buen improvisador, un actor de cine “ahí” y un pésimo intérprete teatral). Dramaturgo que escribe mal, de mal gusto, y que hace que sus textos parezcan buenos porque resuelve bien la actuación. Dependiendo de la persona que me dirija, puedo sentirme increíblemente feliz y cómodo como actor. Dependiendo de las personas que me acompañen en un proceso, puedo sentirme increíblemente cómodo como director.

-¿Cuál es la función y el significado de la palabra en el teatro de hoy?

-Producir un profundo y conmovedor silencio interior.

-Como director y actor, ¿creés que la desteatralización es una forma certera de actuación?

Respondo a la corta: no, si lo que te interesa es hacer teatro. La desteatralización es una forma muy, muy errada de actuación, si hacés teatro. Yo no sé si lo que a mí me interesa es hacer “teatro”. Lo que disfruto de hacer utiliza muchos de los elementos que se conjugan en la actividad teatral, pero no sé si puede definirse como “teatro”. Respondo a la larga: suena a que hay una suposición, un presupuesto. La pregunta es confusa. Desteatralización…, ¿qué implicaría?, ¿qué te interesa alejar a la gente de “lo teatral”? Algo aún más inabarcable: ¿qué es “desteatralizar”? En principio, habría que desteatralizar la vida, en cualquier caso, para poder SER. ¿Y qué es la vida, sino un gran teatro? La actuación viene del teatro. Hoy, la vida es tan “teatral”, que en el teatro ¡somos libres!

Hay una cosa que me genera un poco de bilis negra, y es la gente que se pone a opinar que el teatro tiene que ser de determinada manera para ser “Teatro” con T mayúscula. Me parece muy añejo ese hilo de pensamiento. Como que entráramos de nuevo en esta cosa noventosa de lo presentativo versus lo representativo… las especificidades del Cine versus el Teatro… Ya se cayeron todos los paradigmas. La humanidad está en crisis, al borde del precipicio. Y nosotros, acá, preocupados porque nos vienen desteatralizando el teatro. Es imposible “desteatralizar” la actuación. Toda actuación es “teatral”. El teatro dio origen a la actuación. No considero que haya aciertos en la actuación. Es convivir con el fracaso y crecer. Fracasar mejor.

-¿Los espacios no convencionales son un gran estímulo para la creación?

-Sí, y no. Pueden ser una gran limitante en la creación si no sabés trabajar con los espacios. Yo trabajo bien la actuación, con los espacios no convencionales soy horrible. Tenés que ser intuitivo e instintivo con el espacio, como un gato montés o un lobo. Olfatear, detectar holográficamente todo. Tener como un vistazo global. Es un don. Te metés en un espacio y ya estás proyectando los fantasmas de la obra, de dónde viene la música, etc. La que sabe trabajar con los espacios no convencionales es Mariana Percovich. Ella es la genia en eso. De ella aprendí lo poquito que pude asimilar de un proceso de un año de ensayos en el que fui su asistente en Proyecto Felisberto. Ella tiene toda una tesis desarrolladísima sobre el trabajo en espacios no convencionales. Yo aprendí lo poco que sé en ese aspecto, de ella. El espacio no es mi estímulo principal en la creación, ni la palabra. Es una emoción que quiero alcanzar y en la que quiero que te sumerjas, conmigo. La música es un gran estímulo. Por eso la línea de trabajo que sigo es la del Teatro Inmersivo, que busca meter al espectador en un viaje envolvente donde tiene que tomar decisiones.

-¿Qué proyectos tenés este año?

Terrorismo Emocional, obra de Josefina Trías que dirigí; las funciones fueron este año en Teatro Solís, en la Sala Delmira Agustini. Sigue a partir de mayo en la Alianza.

Dirigí Pachanga, también de Josefina Trías, que fue en marzo y abril en Sinergia Design, como una de las microescenas de Teatro Breve (y me encantaría seguir sumando propuestas aquí). Mi idea es reestrenar Verdes en algún momento de este año, si se puede (aún sigo sin saber cuándo). Dirijo a mediados de año Un Drama Escandinavo, de Vika Fleitas Campamar, con la Comedia Nacional, para su estreno en octubre. Mientras tanto, escribo una obra de teatro, Óbelus, que busca ser una obra de teatro perpetua (que no me aburra de hacer nunca jamás, en la vida) y de la que no puedo revelar detalles aún.

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