Alberto Sejas

Actores / 28 febrero, 2019 / María Varela

 

-¿Cómo llegó el teatro a vos? ¿Es tu forma de vida?

-Llegó como aparecen las invocaciones insistentes, porque cuando me vinculé con el teatro fue un poco casual y un poco por decisión. Fui convocado en el liceo y así sucesivamente. Un día mi madrina me dijo de una escuela llamada Alambique y a los 21 años ya estaba de pies a cabeza dentro del teatro. Después el teatro se volvió parte de mi familia. La profesión ya es un asunto de fe y dedicación permanente. Nos va deformando en el mejor de los sentidos, nos reconstruye y nos aporta una pasión inevitable, para siempre. Nací en el interior del país, en Trinidad (Flores), y me trajeron muy pequeño a Montevideo, crecí en un barrio distanciado del centro, casi al margen, donde no llegaba la mayor parte de las propuestas culturales artísticas de la ciudad. No obstante, en mi barrio hubo siempre una enorme cultura asociada al juego, la música, la filosofía, la poesía, el teatro, pero desde lo barrial y vivencial. Influenciado por una familia de artistas y seres humanos maravillosos (artistas del cordón de la vereda), los González. Siempre he vivido en los barrios entre el Cerrito de la Victoria, Villa Española, ex-Cilindro. Zonas de muchos árboles, plazas públicas con juegos, canchas de fútbol, de básquetbol, y mucha gente queriendo encontrarse. Y siempre estuve vinculado a mis raíces y a las personas con las que crecí. Sin duda la resignificación de los recuerdos es lo que me da la posibilidad de rediseñar lo que quiero hacer en el teatro. Esto es lo que me hizo pensar durante mucho tiempo en el teatro al aire libre, en espacios alternativos, y en teatro callejero como una fuente inagotable de vínculos humanos. Me sucede algo similar en la vida nocturna de Montevideo, hay muchos espacios nocturnos que no están siendo vinculados a través de espectáculos callejeros. Montevideo es rico en diversidad cultural, tiene una intensa vida artística y nocturna, y el teatro no siempre está presente en la calle. Aunque también podría verse de otra manera, tal vez metafórica, desde la idea de que el teatro siempre está presente y solo hay que reconocerlo ahí, tanto en la esquina de tu casa, como en la feria o en una plaza pública. En este sentido, entonces, el teatro estuvo conmigo desde siempre y sin duda es mi forma de vivir.

-¿Cómo se entrena un actor para abordar una obra y para construir su personaje?

-El entrenamiento del actor tiene que ser continuo y permanente. Entrenarse para la vida y para la muerte, así es el teatro, no solamente entrenar para una obra específica, más allá de que cada pieza tenga su propio código de relaciones, de signos y su orden particular. Para mí el entrenamiento del actor tiene cierta similitud con la del médium, o el chamán: estar siempre en conexión con la visión, con la técnica que le promueve la escucha de la invocación propia y de los otros dentro en el rito, estar entrenado para hacer confluir físicamente fuertes impactos energéticos. Manejamos energía magnética, energía potencial gravitatoria, cinética, es inevitable pensar la potencia actoral desde la física y los espacios de movimiento invisible. Está tanto en la contemplación como en la acción continua. Somos medios a través de los cuales tiene que fluir la información temporal de la obra, la conexión arquetípica de los seres dentro de la pieza teatral, la información metafórica de la obra, las múltiples asociaciones y la conexión humana en cada presente escénico. Para eso no se puede pensar en un entrenamiento específico, sino en una manera de entender el entrenamiento en donde el actor/actriz esté siempre en un lugar de enlaces, tanto en su casa, como en la casa de otros, como en un teatro o en la calle, o en una plaza pública, ese lugar es el enlace, a veces puente, que permite reunir las almas, las personas y los acontecimientos reales y conceptuales. Entrenar implica estar construyendo redes y herramientas que puedan liberar nuevas e intensas realidades. El teatro que está sujeto al texto y a lo psicológico, donde los cuerpos carecen de vida, es un teatro que pretende dominar las fuerzas insurgentes de los cuerpos. Nos guste o no, el texto frío, antes de llevarlo a la escena, es una visión política de la dominación del instinto demoledor del actor. Sin duda no me refiero a un teatro que, basado en el texto, también busca esas fuerzas, sino a la escena donde hay cuerpos vacíos, sin vida, cuerpos dormidos, que viven mucho internamente, pero no sucede nada en el intercambio de las energías corporales de la escena. No solo el cuerpo individual, sino también los cuerpos del escenario como un solo cuerpo que el actor/actriz se encomienda para reunir en campos sensoriales y vivenciales compartidos, ese es nuestro desafío. Vivir intensamente en cada acción y en cada verbo, hacerlos carne, estar dispuestos a crecer, fortalecer nuestras técnicas, en público, para hacerlas singulares y únicas. No solo representamos personajes, traemos al presente de la escena a “seres” plagados de contradicciones, de miserias, de amores y de ilusiones. Esos seres de alguna forma radican en nosotros, por eso somos convocados e invocados para hacer teatro y determinadas vidas dentro del teatro. El entrenamiento del actor/actriz, hombres y mujeres de teatro, es el entrenamiento del chamán, sin temporalidad determinada y sujetos al presente de la escena. Entre la realidad material y la realidad mágica.

Reconocer que somos eternos aprendices, entrar en dimensiones que no solo son materiales, implica estar en continua actitud y actividad de escucha y propuesta, investigar, leer, estudiar, evaluarse, encontrarse sensorialmente, muscularmente, intelectualmente, espiritualmente junto a otros cuerpos pensantes y sensibles. Entrenar es estar en calma, en crisis y en desequilibrio al mismo tiempo. El entrenamiento del actor es para poder partir de la costa rumbo al naufragio y poder volver a contar lo que sucedió.

-Actor, director y docente: ¿cómo ha sido tu experiencia en cada uno de esos roles?

-Actor, director, docente. He tenido que tomar decisiones intensamente severas; por ejemplo, la actuación. He tenido que mutar la idea de actuar en escena y transformar la escena para sentir que de todas formas estoy actuando. Me lleva mucho tiempo dirigir y no he dirigido tantas piezas teatrales como quisiera. Y también me apasiona y me lleva mucho tiempo la docencia, la música y mi familia. Haber actuado durante años hace que pueda dirigir y vivir la docencia desde otro lugar, sé lo que padece el actor en escena. He dedicado mucho tiempo a construir metodologías de trabajo actoral que expandan la percepción y los objetivos de los actores en escena, crear lenguajes y sistemas de vínculo teatral me encanta. Dejé de actuar en obras en las que era dirigido, para empezar a concebir un camino fronterizo entre la dirección, la docencia y la actuación, involucrando todos los roles del escenario. Monté un estudio de grabación en el fondo de casa, ahí es mi oficina y donde ensayamos música con una banda que está relacionada al grupo que dirijo. Además, estamos montando una sala teatral en uno de los patios de la ex-Cárcel de Miguelete, actual EAC, donde hacemos nuestro teatro. En estos estudios es donde intento reunir todas las vivencias. También está mi labor como docente dentro de la EMAD y en barrios de Montevideo. Es difícil hacer convivir todas las áreas como si fuesen la misma cosa, pero ese es uno de mis mayores desafíos, desarrollar campos temáticos y metodológicos similares en cada área, campos temáticos coherentes tanto con la obra como con sus procedimientos. Cada rol alimenta a los otros. Desde que estoy en la EMAD he aprendido mucho del maravilloso equipo de docentes que desde hace años vienen sosteniendo una institución con muchos desafíos, al mismo tiempo aprendo mucho de los estudiantes y sus diversas motivaciones. La EMAD está atravesando un momento crucial en su historia y depende de todos los involucrados direccionarla y posicionarla en el lugar que se merece, es la escuela con más docentes de alta trayectoria y mayor historia dentro del Uruguay y tal vez en la región. En este momento está luchando por sostener su gran capacidad formativa en todos estos rubros, la lucha sin duda está dándose a nivel institucional, político y también a nivel humano. Invito a todas aquellas personas involucradas con la EMAD, egresados y agentes institucionales a estar informados y tomar postura sobre los acontecimientos educativos, gran parte de la historia de la docencia teatral en este país está vinculada a la EMAD y al teatro independiente, y sostener nuestro nivel de formación depende de todos.

-Como docente, ¿qué beneficios culturales creés que aporta el teatro a los jóvenes de hoy?

-El teatro es una parte ínfima dentro de la enorme y diversa propuesta cultural de nuestro país. No obstante pienso que hay muchas propuestas teatrales para jóvenes. En secundaria se impulsan los bachilleratos artísticos, y desde la IM, el MEC , INAE y diversas instituciones que promueven el teatro. Más allá de todas estas propuestas, el desafío sigue siendo la tarea directa de todos los involucrados para estar a la altura del presente. El teatro es juego, y hacer que cada día muchos estudiantes quieran y puedan jugarlo implica poder profundizar en las metodologías didácticas. Crear y profundizar en esas metodologías es trabajo de todos los docentes, nadie nos enseña sobre la pasión de la docencia, se adquiere, se forja. Cómo contagiar la pasión por lo que hacemos es lo fundamental para que un joven pueda vivir la cultura teatral como un “beneficio maldito” —o para que nos odie para siempre—. Mientras Friedrich Nietzsche moría y nos dejaba su gran legado filosófico y poético, en nuestro país José Enrique Rodó publicaba y se dirigía a los jóvenes a través de su libro Ariel, basado en La tempestad de William Shakespeare. El teatro es juego, juego que nos compromete y nos genera intercambio humano, ideológico. El desafío de la docencia en ese sentido es hacer vibrar a las generaciones de estudiantes y motivarlos en la idea del teatro, para que quieran seguir jugando y sean ellos los futuros creadores, directores y docentes.

-¿Crees que se fomenta en alguna medida una cultura teatral en nuestra educación?

-Sin duda. Existen diversos centros educativos públicos y privados dedicados a eso, en bachillerato artístico, en la escuela primaria, instituciones no formales alternativas vinculadas a lo escénico. En fin, hay mucho y muy variado. Hay muchas propuestas que fomentan la cultura teatral dentro de la educación. Otra cosa es qué tipo de dinámicas se promueven. Ahí tal vez está el debate de lo educativo y la “cosa” teatral, al menos desde donde vivo las relaciones pedagógicas a través del arte teatral. Creo en un teatro donde los espectadores están incluidos en el diseño de las tramas escénicas, donde el espectador tiene que tomar postura, decisión, y no solo desde lo que plantea la dramaturgia del texto, sino inmerso en el contexto vivencial. Algunos modelos de vivir el teatro a veces lo aniquilan. Pienso que es fundamental rever las relaciones pedagógicas con respecto a la utilización de los espacios físicos, la mirada sobre los cuerpos y las relaciones que se desprenden. También pienso que hay que detenerse en la idea del saber personal. El no estimular el saber personal (creatividad-imaginación) de los estudiantes y la adquisición-construcción de nuevas herramientas expresivas que nos vinculen, sin duda no fomenta al teatro dentro de la educación, sino más bien que neutraliza su futuro como un arte que trasciende las fronteras temporales y que es indispensable para la vida de los estudiantes y de las relaciones pedagógicas. Hasta las matemáticas utilizan técnicas lúdicas en su didáctica para impregnar la motivación en los estudiantes. Ese juego es indispensable en todas las asignaturas, ese juego es teatral. Esto siento que es mi desafío permanente, y lo vivo no como algo totalmente incorporado, sino como algo a descubrir cada día.

-¿Qué proyectos tenés para este año?

-Estoy dirigiendo al grupo Teatro RE-X, un gran equipo de hombres y mujeres de teatro, estamos creando una obra compuesta de varias obras, el proyecto se llama Antes y Después, la primera a estrenarse este año se llama Croatoan y ya estamos gestando la segunda, estas piezas están basadas en la necesidad del ser humano de vivir acontecimientos limítrofes entre la vida y la muerte para resignificar su existencia, también influenciados por la Zona Temporalmente Autónoma de Hakim Bey. Desarrollamos algunas relaciones con el mundo de lo bufonesco, lo esperpéntico y la belleza de lo monstruoso. Estamos en la ex-Cárcel de Miguelete, construyendo un escenario donde antiguamente se manifestaba lo peor y lo último de la cosa social. Lo que negamos de nosotros mismos. Lo periférico, lo marginal, lo indisciplinado, lo monstruoso. Estar ahí de noche hiela la sangre. Nos apropiamos del lugar en un sentido literal y metafórico, el espacio habla a través de nosotros. Estamos haciendo un intercambio con el Espacio de Arte Contemporáneo, gracias al apoyo continuo de su director, Fernando Sicco, y todo su equipo de trabajo. Hace años venimos desarrollando un intercambio de saberes y de trabajo allí. Hemos montado varias salas para los diversos espectáculos que hemos realizado, ellos nos prestan el lugar y nos brindan el apoyo logístico necesario para poder desarrollar nuestra particular manera de vivir el teatro. Para este proyecto también tenemos el apoyo del Plan de Fortalecimiento de las Artes (IM), de Fondos Concursables para la Cultura (MEC) y de la infinidad de personas que apoyan. En esta oportunidad la apuesta es mayor, porque estamos armando un escenario y parrilla de luces, montando una sala desde sus cimientos. Grupo Teatro RE-X es una entelequia que surgió como excusa escénica en la obra Esperpento, estrenada como teatro callejero en el 2010; esa idea se identificó con la pérdida, con la ausencia, con el fuego, se trataba de un teatro incendiado, pudo haberse llamado Teatro del Fénix, apareció ese nombre por lo ambiguo de la idea de la pérdida, no por su resplandor. Hace años hubo en Montevideo un Teatro Rex (hoy Sala Zitarrosa); en aquella época también nos basábamos en la infinidad de teatros incendiados que hubo en nuestro país. La necesidad del fuego para limpiar lo erróneo. La idea de aquella excusa dramatúrgica teatral nos fue tomando como el símbolo de lo efímero, y después el nombre nos adoptó a nosotros. Estos proyectos nos han mantenido creando continuamente desde hace años, insistiendo en nuestra visión, como lo hemos aprendido de las viejas generaciones de teatreros independientes de nuestra historia. Sin duda estaremos en contacto para los estrenos y avisaremos de las siguientes actividades del grupo en 2019.

Comentarios