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Actrices

Teatro / 27 marzo, 2018 / María Varela

La revista Socio Espectacular en todos estos años ha venido cumpliendo mes a mes una función de informar y difundir la labor cultural que se desarrolla en nuestro país. Por este motivo, nos pareció adecuado contar con un espacio donde podamos conocer a quienes ejecutan la acción que tanto disfrutamos, esos señores llamados actrices y actores, tantas veces postergados, desconocidos para el público en general. Les proponemos conocer a quienes con su arte nos general el placer en cada una de sus creaciones.
En esta entrega: Ángeles Vázquez & Natalia Chiarelli

Ángeles Vázquez

-Egresada de la Escuela de Artes Escénicas Mario Galup de El Gálpon. ¿Cómo fueron tus años en la Escuela?

-Los años de la Escuela fueron años de mucha efervescencia, creatividad a flor de piel, mucho trabajo. Éramos un grupo de 50 jóvenes de entre 18 y 25 años, en el año 1885, todos recién salidos de una juventud en dictadura, entonces este espacio, con gente que antes admirábamos a la distancia y ahora eran nuestros profesores, era la gloria.

La selección fue rigurosa ya que nos presentamos a la prueba 300 personas y quedamos 25 mujeres y 25 hombres, y todos dábamos lo mejor de nosotros con grandes profesores como María Azambuya, Chino Campodónico, Derby Vilas, Sara Larocca, Felisa Jezier y muchos más, todos unos grandes. Años muy fructíferos y de gran cariño entre los compañeros, y debido a eso junto a lo artístico florecieron muchas parejas entre nosotros. Mucho amor y descubrimiento.

Cuando egresamos, los que quisimos salimos juntos en Carnaval, en un proyecto de la BCG y El Galpón, un grupo de humoristas, Los Menecuchos, dirigidos por Jorge Esmoris; así que la formación fue completa. En mi caso —que tenía 24 años cuando entré a la escuela, un bebe de 7 meses que ahora tiene 33, más un trabajo— fueron años de mucha fuerza y de felicidad total, donde parecía que todo era posible.

-Además de actriz sos productora y gestora cultural. ¿Cómo es tu desempeño en estos roles dentro del teatro?

-En el año 1992 me ofrecieron hacer la primera producción en el teatro de una obra que dirigía Nelly Goitiño que se llamaba El hombre, la bestia y la virtud; si bien llegamos a buen fin, recuerdo que lo hice en forma muy casera e intuitiva, como ya lo hacían los compañeros muy bien, y así siguieron unos cuantos espectáculos que me tocaron producir; entonces, en 2003 se abrió la tecnicatura de Gestión Cultural en el Banco de Boston y me anoté, y esto me dio herramientas para realizar la producción de una manera más ordenada y profesional.

En El Galpón tenemos desde hace años un Departamento de Producción desde donde se estudian los presupuestos y se apoyan todos los proyectos que se realizan en el teatro, con productores compañeros de la casa o del medio teatral, siempre tratando de aunar criterios para las distintas obras y optimizar los recursos. A veces nos toca trabajar directamente sobre la obra, en el equipo, y otras veces apoyando desde el departamento. La última producción que hice fue Incendios junto con Amelia Porteiro.

-¿Cómo ves a las nuevas generaciones que están dando sus primeros pasos en teatro?

-Me encanta el empuje de las nuevas generaciones. He tratado de seguir de cerca el proceso que han hecho los jóvenes de la escuela de El Galpón y el desarrollo que han tenido, y ahora culmina con el estreno de Lorca en las trincheras de Madrid… es formidable, muy estimulante para nosotros. Es muy bueno ver que la pasión por el teatro siempre retorna.

También desde 2013 estoy en la EMAD como asistente de la cátedra de Gestión y Producción Teatral, y me gusta mucho estar entre estos muchachos con las mismas ilusiones que teníamos nosotros a su edad; pero me parece que tienen criterios más libres, que son más arriesgados a la hora de probar cosas, siempre me llama la atención que salen de la Escuela y pronto trabajan entre ellos, escriben los textos, dirigen, actúan, producen sus obras, hacen todo en equipo e investigan nuevas formas de lenguaje teatral, eso es fantástico. Otra cosa que me llama la atención es que están dispuestos a vivir del teatro sea como sea, nosotros salíamos de la escuela y había que tener otro trabajo y hacer teatro de noche. Ellos, en cambio, quieren trabajar de esto, y como ahora también hay más trabajo relacionado con el teatro, el cine, las clases en Secundaria, en general, arriesgan y lo logran.

-¿Tuviste algún guía dentro de tu carrera artística?

-Para mí —y seguramente para todos nosotros. los de la Generación del 85—, sin duda, personalidades como María Azambuya, Sara Larocca y Chino Campodónico fueron una guía en nuestra carrera.

Grandes como actores y directores y con una mirada política muy asertiva en lo político y lo social. Artistas talentosos y luchadores sociales, para mí era la unión perfecta, el ejemplo a seguir.

-¿Qué responsabilidad tiene el ser integrante de una institución como El Galpón?

-Ser integrante de una institución como, en este caso, El Galpón significa ocupar un lugar en el engranaje de esta máquina, a veces hermosa, a veces feroz, y desde ese lugar de gestión, donde podés ser eficiente y productivo, dar lo mejor de vos para lograr entre todos que funcione aceitadamente. Ser actores, directores, artistas, donde tiene el mucho valor el aporte estético sobre el escenario, pero también la tarea adjudicada para el proyecto global del teatro. Tratando siempre que el éxito grupal esté por encima del personal. Por supuesto que no todo el mundo empuja de la misma manera, por varios motivos, por tiempo, por conocimientos, pero todos los que estamos acá como integrantes, de alguna manera, ponemos nuestro granito de arena.

-¿Tenés algún proyecto en este momento?

-Este año, por mi otro trabajo, estoy muy ocupada con la organización de dos congresos médicos, uno en Montevideo y otro en Punta del Este; y además se dio la posibilidad de viajar en tres ocasiones en el año, así que creo que mi proyecto es aportar lo más posible, mejorando el Vestuario de El Galpón, del cual estoy encargada, y, desde la Comisión de Producción, para que sea la herramienta de un teatro de calidad y diverso, que es lo que aspiramos todos.

Natalia Chiarelli

-¿Cómo fue tu paso por la EMAD (Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático Margarita Xirgú)?

-De las mejores cosas que viví en mi vida. Un sentido de pertenencia único. Una sensación muy certera de estar en mi lugar junto a mis iguales. Fue una etapa de aprendizaje y alegría, de conocimiento de mis posibilidades expresivas y de la naturaleza del Arte Escénico. Fueron años en que estuve abocada de lleno al arte. El «mundo real» me era casi ajeno. Me interesaba solo como matriz de observación para nutrirme y enriquecerme para el escenario. Años de bicicleta, alegría y puro teatro. En aquel entonces la escuela funcionaba aún en el ala izquierda del Teatro Solís. Después de salir de clases me colaba a veces a ensayos de la Comedia Nacional como voyeur y eso me encantaba. Una vez me quedé toda la tarde en un palco hasta la hora de la función. Llegaba siempre en hora a las clases, sobre todo a la de danza que no se podía ingresar ni un minuto después de hora. Algunos sábados iba sin dormir a clase de Historia del Arte, no era la única, pero, café mediante, siempre era un disfrute. Fue en la EMAD que descubrí que el teatro es una forma de vida, una manera de existir, para mí, la más feliz. Por mí pasaron maestros que nunca voy a olvidar. Materias teóricas y prácticas que me fueron adentrando en la disciplina. A mis docentes los recuerdo a todos y a cada uno. Seres que han depuesto todo para entregarse totalmente a la disciplina, descubriendo las reglas y códigos del teatro… porque los tiene. El escenario tiene sus leyes, su lenguaje propio, te recibe de brazos abiertos y te deja anidar en él si sabés hablar su idioma, si no te escupe. Todas esas particularidades, que años después constataría, comencé a descubrirlas en esa etapa. A propósito, siempre llevo conmigo una anécdota de aquellos tiempos: pocos meses después de entrar a la EMAD, nos tomaron una audición a las mujeres de mi grupo para bailar en algunas funciones del musical El violinista en el tejado, que se estrenó en El Galpón, en aquel momento dirigida por Omar Varela. Esa fue mi primera vez en un teatro lleno. En uno de los ensayos, uno de los actores del elenco me dijo: «… recién empezás en esto del teatro, dentro de diez años más o menos vas a entender de qué se trata…». Estas palabras, que en aquel momento desatendí, años después las comprendí y las constaté profundamente, y las recuerdo hasta el día de hoy. La escuela fue una etapa de descubrimiento que atesoro con todo cariño. Vivencias inolvidables con compañeros de generación con los que nos reunimos hasta el día de hoy para recordar y reírnos.

-Contanos sobre tu formación en otras disciplinas, como son el canto lírico y la danza.

-Una vez que entré en la Escuela Municipal de Arte Dramático no tenía espacio para nada más. Todas las materias me atraían pero tuve un especial flechazo con la danza, por un lado, y se abrió para mí un mundo nuevo con el canto. Enseguida tuve la necesidad de ahondar más, probarme, conocer mis posibilidades y entrenar. Entonces llegué, felizmente y por casualidad, al encuentro de otra maestra que me cambió la vida, Graciela Figueroa. Con ella y otras bailarinas tomé clases en el Espacio de Desarrollo Armónico, donde cambió mi óptica del cuerpo y el movimiento. El universo sonoro también fue todo un descubrimiento fascinante en la escuela y lo sigue siendo. Una vez que egresé de la Escuela Municipal de Arte Dramático, me anoté en la Escuela Nacional de Arte Lírico, aprobé el examen de ingreso y tomé clases. Solo asistía al coro, donde había 36 sopranos y éramos solo dos contraltos. Eso me dio seguridad para manejar mi voz, conocerla y saber que las posibilidades vocales son infinitas si se es constante con el ejercicio.
Siempre trato de tomar clases, seminarios, talleres. No puedo hacerlo fuera del país todo lo que quisiera por falta de tiempo. Pero todo lo que puedo hacer acá, lo hago. En ese sentido, en la Comedia Nacional hemos tenido la posibilidad de asistir a talleres de formación. Así también, el Instituto Nacional de Artes Escénicas brinda un espacio de investigación al que siempre que puedo asisto. Es un lugar fundamental, un refugio donde nutrirme.

-¿Qué significó para vos entrar al elenco de la Comedia Nacional?

-Entrar a la Comedia me significó un cambio de vida en todos los sentidos.
Ahora siento una responsabilidad que va más allá de la de ser actriz, soy parte de un colectivo donde trabajamos para un colectivo mayor, que es nuestras ciudades y su gente. Tengo dos roles de vital importancia a desarrollar: el de actriz pero también el de compañera, parte activa de un todo, pieza de un rompecabezas. Artísticamente encaro mi trabajo del mismo modo que lo hice siempre, con las mismas ganas, pasión y disfrute. Hay un cambio feliz y es el tener la posibilidad de entrar en el mundo de diferentes personajes y autores en un corto período de tiempo. Cada nuevo estreno es un nuevo universo que abordar. Y ese viaje variopinto es enriquecedor y parte del entrenamiento.
Estoy en el lugar donde siempre soñé estar. Me emociona compartir escenario y estar cerca de actrices que fueron mis referentes desde siempre o de actores que fueron mis maestros. ¿Qué más puedo pedir? Soy una constante aprendiz.
Cuando piso el escenario, respiro, entra en mí una bocanada de aire fresco, me gusta estar ahí. Se prende la luz y somos una unidad, un equipo compacto que tiene que meter goles, un mismo barco del que nadie se baja, hay un objetivo, una misma dirección, y el viaje es una delicia. Un viaje nuestro con el público. Un barco de todos.

-Profesionalmente, además del teatro, transitaste por la televisión y el cine, ¿cómo ves la ficción nacional?

-La ficción nacional siempre necesita más. Se trabaja mucho aquí. Fundamentalmente se hace buen cine, muy buen cine con bajo presupuesto, logrando resultados artísticos bellos, óptimos y de excelencia. Pero siempre estamos un paso atrás en la ficción —me refiero a la televisión—. La televisión hoy ya no es solo la televisión abierta. Las series dominan hoy en todo el mundo. Lo que falta acá es apuesta económica para la producción de contenidos nacionales. Sí, se hace, no es que no se haga, pero son los canales del Estado los que en general arriesgan. La ficción nacional, o sea contar nuestras propias historias para nuestra gente, necesita tener mayor alcance. Los canales que sí apuestan a programas de interés general deberían dejar un espacio para lo nacional. No solo es una posibilidad de contar nuestras historias, sino que es una fuente de trabajo. Gente para hacer un buen equipo e ideas para desarrollar hay, falta voluntad para que sean un hecho fáctico. Estamos en medio de dos países muy grandes en producción de contenidos de ficción, y de momento compramos eso y es lo que la gente consume. Las pantallas todas son la ventana de comunicación por excelencia hoy. Entonces no tener más contenidos uruguayos es quedarnos afuera. Sabemos más de los argentinos que ellos de sí mismos. Y pensando en la educación —lo pienso como madre—, mi hijo, por ejemplo, ve contenidos todos de afuera. La referencia que tiene de aquí se limita a los programas de intereses generales o infantiles. Estos crecen cada vez más y muchos de ellos con muy buenos contenidos, pero la ficción nacional parece que no terminara de empezar de cero siempre.

-De todas las obras en las que has trabajado, ¿hay alguna o algunas que considerás especiales?

-Sin duda que sí. Llevaré unos cuarenta estrenos hasta ahora, y si bien a cada personaje le he encontrado el gusto, algunos me han seducido de una manera especial. Hay obras y autores que vienen para quedarse, otras pasan más ligeramente. Tennessee Williams es uno de los que se ha quedado en mí. En su obra él se muestra a sí mismo de un modo franco y descarnado, y eso es atrapante. El zoo de cristal, que es su obra autobiográfica, dirigida por Dumas Lerena, fue el primer contacto con el universo Williams, y fue en el rol de Laura. Un personaje entrañable de gran fragilidad y desamparo. Desde ahí nunca dejé de volver sobre Tennessee Williams, una y otra vez. Luego vino Un tranvía llamado Deseo, dirigida por Roberto Jones, y más adelante, ya como integrante de la Comedia Nacional, La gata sobre el tejado de zinc, dirigida por David Hammond. Esta trilogía es parte de mis momentos especiales. El universo femenino es uno de los fuertes de este autor y, en ese sentido, ha sido de gran identificación. Es fascinante cómo a través de su obra un autor se deja ver de tal modo que se siente como si lo conociera. Ha habido otras que ahora recuerdo: Hambre, versión de novela de Knut Hamsun, un trabajo distinto, de largo proceso de investigación, dirigida por Dante Alfonso, que viví con total alegría. Y otras también como Quitamanchas de Sofía Etcheverry o, más recientemente, Bichos del teatro de April de Angelis.

-¿En qué proyectos artísticos estás trabajando?

-Proyectos en mente siempre hay. Pero, concretamente, ahora empiezo a preparar un nuevo estreno para la Comedia Nacional, una obra —también de April de Ángelis— que estará dirigida por Mario Ferreira.
Por otra parte, sigo en mi camino de escritora amateur. De un tiempo a esta parte, y a raíz de un taller de autoficción, se despertó en mí la necesidad de escribir. Y en eso estoy. Es algo irrefrenable, placentero y calmante. Yo defino lo que escribo con un término no muy agradable, le llamo «vómitos», porque así sucede. Antes de irme a dormir tomo algún resto diurno que me haya quedado resonando y escribo. Solo bajo inspiración, hoja en blanco, y me lanzo… para ser franca: pantalla en blanco, y dedos. Tengo como proyecto editarlos en papel o blog, y tal vez llevarlos a escena de alguna manera. Algunos de los textos ya salieron a la luz, grabados con mi voz, para radio Sarandí, donde Jaime Clara me invitó a participar en el espacio Los creadores tienen la palabra de su programa de los sábados, y a quien agradezco infinitamente. Así que mi proyecto mayor, mi reto ahora, es seguir en este nuevo camino y aprender de quienes saben.
Es una novedad para mí ponerle voz a mis propios textos. Me da cierto pudor, es distinto a vehiculizar los textos de un otro, es sumamente desafiante para mí.

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