
70 octubres en Cinemateca
Cinemateca Uruguaya / 3 octubre, 2022 /
70 OCTUBRES EN CINEMATECA
En este mes de octubre continuamos festejando los 70 años de Cinemateca, por eso los invitamos a compartir con nosotros las siguientes actividades.
15 y 16 de octubre, feria Rastro / Feria americana. Con memorabilia cinéfila, libros de editoriales independientes, música y alguna sorpresa más en el predio de Cinemateca y CAF.
15 de octubre, a las 12 horas, inauguramos, junto con el Centro de Fotografía de Montevideo, la Muestra fotográfica sobre los 70 años de Cinemateca Uruguaya en la fotogalería al aire libre de la Ciudad Vieja.
En las salas continuamos con el ciclo 70 años, 70 películas. Un extensivo repaso de nuestro archivo fílmico, para recordar aquellas películas que los socios y el público identifican como “típicas” de nuestra programación. En esta quinta entrega podremos ver títulos como La cena, de Ettore Scola; Escape en tren, de Andrei M. Konchalovsky; Los girasoles de Rusia, de Vittorio De Sica; Martín (Hache), de Adolfo Aristarain; Cuando sopla el viento, de Jimmy T. Murakami y Metrópolis, de Fritz Lang.
Entre los estrenos del mes están: Benedetti, 60 años con Luz, documental dirigido por Andrés Varela sobre la historia de amor de Mario y Luz. Se conocieron muy jóvenes, cuando él tenía 14 años y ella 12. Benedetti esperó seis años para declararle su amor y ella un minuto y medio en darle el sí. Con el paso del tiempo él se convirtió en empleado, periodista, escritor y otras cosas, y ella trabajó en el sector público.
Compartieron la vida durante los sesenta años siguientes, hasta que ella comenzó a perderse en las tinieblas del Alzheimer. Fue un proceso gradual: primero, algunas pérdidas de memoria; luego, el olvido total; finalmente, la muerte. Hasta último momento, Benedetti ocultó a los demás esa enfermedad, como si negándola de alguna manera la suprimiera.
Este documental es la crónica de ese proceso de memorias y olvidos, el empeño por reconstruir los recuerdos que el destino borró, con sus pinceladas de asma, muerte y exilio, el regreso a un país diferente, las voces de los amigos y de los otros. Hortensia Campanella, presidenta de la Fundación Mario Benedetti, ha señalado que Luz “fue muy importante en la vida de Mario. Prácticamente todos sus libros de poesía están dedicados a ella y, además, era la primera que leía todo lo que escribía. Además, tenía una vida propia muy interesante. En la película se han conseguido testimonios muy diversos y de gente que lo conoció, de todas partes del mundo”.
La película recoge documentos hasta ahora inéditos y el testimonio de personalidades que conocieron a la pareja, entre ellos el expresidente José Mujica, los cantautores Joan Manuel Serrat, Nacha Guevara, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, el actor Héctor Alterio (que protagonizó la versión cinematográfica de su novela La tregua, dirigida por Sergio Renán), así como familiares y otras personas con las que trabajó Benedetti. Había muchas maneras de aproximarse a la figura y la personalidad del escritor, pero el director Andrés Varela privilegió la relación con Luz. Quizás era el mejor punto de vista, porque esa relación marcó a Benedetti y abarcó toda su vida, de la adolescencia al final. Luz murió en 2006, y Benedetti la evocó expresamente en un poema incluido en su último libro, Testigo de uno mismo, publicado en 2008: “Acontece la noche y estoy solo/ cargo conmigo mismo a duras penas/ al buen amor se lo llevó la muerte/ y no sé para quién seguir viviendo”.
Cadejo Blanco, coproducción entre Guatemala, Estados Unidos y México, dirigida por Justin Lerner. La historia comienza cuando desaparece la hermana de Sarita, una chica de clase trabajadora de Ciudad de Guatemala, quien viaja a la ciudad costera de Puerto Barrios para hacerse amiga de Andrés, el peligroso exnovio de su hermana, e infiltrarse en su pandilla, convencida de que tiene algo que ver. Con una determinación inquebrantable por descubrir la verdad, Sarita se involucra cada vez más con Andrés y el mundo implacable de su pandilla.
La historia básica es la de un thriller que gira en torno a la búsqueda de una hermana desaparecida y esa zona del film está servida con adecuadas dosis de suspenso. Pero la intención de Cadejo blanco va más allá, abarcando un retrato realista de la estructura ilegal del tráfico de drogas y las bandas que se disputan el territorio, con datos agregados sobre prostitución y corrupción o ineficacia de la policía. La película asume un primer riesgo al cambiar el usual protagonista masculino de este tipo de historias para adjudicar el papel más importante a una mujer (fantásticamente interpretada por la enorme Karen Martínez, cuyo proceso de transformación de chica tímida a luchadora es impactante) y añade otro al virar del mero thriller para convertirse casi en una investigación sociológica. La manera como detalla los roles dentro de la organización, lo que se espera de sus miembros, las costumbres entre criminales y bandas y la imposibilidad de abandonar al líder controlador aparecen examinadas con sumo cuidado. Además, la apelación en la trama a varios personajes femeninos sirve para contextualizar una sociedad profundamente patriarcal en la cual las mujeres son mercancía a intercambiar.
La película exhibe notorias excelencias de rodaje con una fotografía “sucia” pero efectiva para retratar ese mundo cruel. Roman Kasseroller, director de fotografía, alcanza un juego de emociones al colocar a la protagonista en el centro de la escena, en control, o a un lado de la pantalla, arrasada por la emoción, fuera de lugar. Trivia para aclarar el significado del título: el cadejo es en Guatemala un cuadrúpedo fantástico, parecido a un lobo que, según la tradición popular, se aparece durante la noche para asustar a las personas o llevárselas.
La crítica internacional ha avalado el resultado. Demetrios Matheou, de Screendaily, ha afirmado que se trata de una película que “con su mezcla de verité y acción y una formidable protagonista, tiene calidad más que suficiente (…) Con una vibrante fotografía en pantalla ancha, compuesta y editada para sacar el máximo partido y dramatismo a sus escenarios”. Nando Salvá, de El Periódico de España, habla de “un retrato rotundamente verista (…) propone una reflexión compleja sobre la lógica que rige el funcionamiento de las bandas callejeras en Guatemala, huyendo de maniqueísmos”.
Argentina, 1985, película argentina dirigida por Santiago Mitre. La historia transcurre en 1985 cuando en la República Argentina los integrantes de las juntas militares que habían gobernado durante la recién terminada dictadura fueron llevados a juicio. Eso no solía suceder en Latinoamérica donde, habitualmente, cuando se recuperaba la democracia la gente prefería hacerse la distraída con respecto a lo que pasara antes. Es cierto que el presidente Raúl Alfonsín les dio a los militares la oportunidad de autolimpiarse, pero lo que obtuvo fue un veredicto de inocencia: los dictadores fallaron que no tenían nada que reprocharle. Con el tranquilo coraje que siempre lo caracterizó, Alfonsín ordenó el juicio a las juntas. Otros, que luego posarían de campeones de los derechos humanos y que se enriquecieron durante la dictadura, apoyaron, en cambio, el indulto a los dictadores.
Ese juicio es lo que cuenta esta película de Santiago Mitre, director de películas como El estudiante (2011) y La patota (2015). Junto a su colibretista Mariano Llinás, el más que interesante realizador de Historias extraordinarias (2008) y La flor (2018), Mitre regresa al mundo real y lo hace con contundencia.
Argentina, 1985 es una de las propuestas más ambiciosas del cine reciente de su país y una de las más sinceras. Los dos fiscales, Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo, llevan a cabo una estrategia para probar estos crímenes y hacer justicia en un país que había sufrido demasiado. Además, el film analiza las amenazas que enfrentaron estos fiscales, los peligros que enfrentaron sus familias y la importancia de su trabajo. Mitre y Llinás tienen el acierto (que algunos han objetado) de no querer inventar la pólvora y se aferran con solvencia a la fórmula del “cine de juicios”, desde Heredarás el viento a Juicio en Núremberg o Cuestión de honor. Como dijo alguna vez Raoul Walsh: “No existen diecisiete maneras diferentes de mostrar en cine a un hombre abriendo una puerta. Hay una ubicación de la cámara que es la ideal y por algo los clásicos son clásicos”.
Ese clasicismo es acaso uno de los mayores méritos del film: la cámara a la altura de los ojos, el relato que fluye entre las alternativas del juicio y pantallazos a la vida privada o el entorno amenazante de los fiscales. Esto junto a la excelencia del elenco. Una de esas películas que reconcilian con el cine. Y recordémoslo de nuevo: “Nunca más”. Premio Fipresci en Venecia y premio del público en San Sebastián.
Además, en octubre volvemos a ser sede de los festivales Detour, festival de cine nacional emergente, y Atlanticdoc.
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¡Los esperamos!